
Las posibilidades de un derramamiento de sangre innecesario, impidieron materializar la destitución de las principales autoridades gubernamentales y los militares rebeldes se rindieron.
El país fue testigo de una alocución
televisiva que no sólo buscó paralizar las acciones armadas y apaciguar a
la población, sino que transmitió un mensaje que retumbó en el
imaginario colectivo como un reto para el futuro, dándole cara y
palabras al sentir de un pueblo insatisfecho con la dirección que
llevaba el país, inmerso en la corrupción, la entrega a las
transnacionales petroleras, una deuda externa contraída ilegalmente, la
pérdida de soberanía nacional y la decadencia moral de sus
representantes.
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