Al igual que muchos de sus contemporáneos, Nicolás Briceño nutrió su
formación intelectual con los estudios de los clásicos griegos y
latinos, ingleses, franceses y españoles, lo que enriquecerá con las
ideas de los filósofos que en Francia defendían los derechos humanos y
el régimen liberal.
Sus convicciones políticas le llevan a establecer
amistad con los caraqueños que comulgan con los principios
revolucionarios. Esto le hace participar en las conspiraciones de 1808 y
1810, sufre persecuciones, cárcel y confinamiento. No obstante, todo lo
anterior no le impidió tomar parte en todas las actividades que
siguieron al 19 de abril de 1810, viajando a Mérida y Trujillo con el
fin de formar conciencia republicana.
Por tanto debido a su intensa
actividad en pro de la Independencia, resultó electo al Congreso
Constituyente de 1811 por Mérida. Asimismo, fue uno de los firmantes del
Acta de la Independencia, el 5 de julio de 1811; secretario interino
del Congreso y el 21 de marzo de 1812 fue elegido miembro suplente del
Ejecutivo Federal. Cuando Francisco de Miranda asume en 1812 el mando
como Generalísimo, Briceño se desempeña como fiscal militar y realiza su
primera campaña militar al perseguir a Eusebio Antoñanzas y luchar
contra éste en Camatagua.
Fue uno de los firmantes del Acta del 5 de Julio y
al comenzar la guerra, el Coronel Briceño actuó como hombre de
confianza del generalísimo Francisco de Miranda. La Capitulación de 1812
lo lleva al destierro. Va a Curazao y de allí pasa a la Nueva Granada.
En 1813 elabora un plan de acción en Cartagena que era una especie de
«Proclama de guerra a muerte».
En las montañas de San Camilo fue apresado por los realistas y murió fusilado el 15 de junio de 1813, en la Ciudad de Barinas. Ese mismo día Bolívar dictaba en Trujillo su famoso «Decreto de Guerra a Muerte». Su cabeza fue exhibida en el camino hacia San Cristóbal, y su mano derecha la enviaron a La Victoria.
En las montañas de San Camilo fue apresado por los realistas y murió fusilado el 15 de junio de 1813, en la Ciudad de Barinas. Ese mismo día Bolívar dictaba en Trujillo su famoso «Decreto de Guerra a Muerte». Su cabeza fue exhibida en el camino hacia San Cristóbal, y su mano derecha la enviaron a La Victoria.
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